Se aprietan los relojes de las estanterías,
llevan patillas que ya no mueven
y se van veloces,
como el agua que hay en mi mano
ya no se quedan,
y cayendo ¡ya ni corre!
¡Los recuerdos me han dejado floja!
La plaza ha dejado de asomarse
por las esquinas de mi vida,
nadie se pasea por los baúles viejos.
Los ritmos puntuales
van haciendo mella con bastones grandes,
mi piel se ha acostumbrado a quebrarse,
mi voz se apaga por miedo a perderse,
y mi cuerpo... ni se mantiene, ni me suelta,
¡solo se revienta!
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