lunes, 6 de abril de 2015

POR SI NO SE ACUERDAN DE MÍ







POR SI NO SE ACUERDAN DE MÍ


Este no es el poema más largo del mundo,
ni es el más corto. Si fuese una sábana
sería una alfombra inmensa, pero no el nido
donde se cubre del todo al infinito.

Si fuese capaz de envolver las palabras en ladrillos

haría una iglesia sin santos;
le pondría un campanario palpitando vuestros nombres,
una capilla con feligresas ocultando su vergüenza
y yo, en medio del pasillo para recibiros.

Por si no se acordáis de mí,

teñiré mi amargura de azúcar.
¡Os pinto lo que haga falta!
Sin puertas, sin rejas, sin sombras;
pero sí ventanas y algunos bancos
donde os sentaréis en la desierta iglesia.

No recuerdo ruidos de barcas, ¡pero os doy Venecia!

No recuerdo ningún color, ¡pero pinto vuestros ojos!
y os pongo un jardín, donde mis besos os agarran
y florecen.

Por si no se acordáis de mí,

os he dibujado en los rincones retratos
con tizas de vértigo y de colores,
simulando ser arboles inmensos
donde el hombre alcanza sus manzanas
y termina recogiendo grandes sueños.

¡Esperarme!, que es una sola canción.

¡Esperarme!, que hay tragos muy largos
para estas piernas pequeñas
...y la muerte no viene siempre, aquí se hace eterno.
¡Esperarme hasta que yo llegue!

Hay mares que se marchan con piernas,

y otros se quedan ahogándose.
Yo soy aquella playa que se ahoga
con la mirada llena.

Vuestras sombras son mi bahía.

Sois mi sed de la nocturna tinta,
y teñidos de azúcar y taladros
cada uno vendréis,
y os sentareis en el desierto banco.

Llevo a mi boca la melancolía

donde bebo en la copa de una araña,
y donde os imagino vivos, cogidos a mi mano,
diamantados como un velo de oro blanco.

Estáis tan vivos en la propia muerte

que os escucho en el aire cristalino.
Os imagino con la silueta completa,
tan dentro de los cristales que, ellos,
se han enamorado de vuestras sonrisas.

¡No sois tumbas!,

ni los amuletos de la oscura tierra.
¡Sois claveles como la nieve blanca!,
rociados por las estrellas de mis recuerdos.

Si Dios se olvidara de mí, un poquito cada día,

conversaría con las cabezas de los dragones
que rocían sus tempestades contra mis senos.

Si el diablo me susurra al oído

que deje la tierra y alcance mi sueño,
si le hiciese caso,
no sería más que un muñeco de trapo
jugando sola en un rincón,
despedazando el abecedario.

Hay tragos muy largos para estas piernas pequeñas,

...y la muerte no viene siempre, aquí se hace eterno.
¡Esperarme hasta que yo llegue!


6 comentarios:

  1. Excelente poema, la primera estrofa es sublime! un abrazo grande!

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  2. A mi me gusto la segunda estrofa. Como describes la iglesia y te sitúas en medio con el ambiente cambiando a tu alrededor.

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