¡Y qué me importa a mí
que las heladas crujan,
que la escarcha, el hielo
y el frío con la nieve,
sacudan su relente,
lloren y se deshielen!
¡Y qué me importa a mí,
que los pájaros y aves
se vuelen o se mueran,
o que los barcos partan,
y buques y naves,
veleros y yates,
se suelten y naveguen!
¡Y qué me importa a mí!
¡Y qué me importará,
si tengo un campo vacío
ya sin vida en su vientre!
Mi tierra ya no vive,
es un ovario estéril,
no se mueve, se transforma
en grano duro y verde.
¡Y qué me importará a mí,
que las escarchas y pájaros
o las aves y el hielo
sean tristes barcos sueltos!
¡Que tienen el campo muerto!,
como esa lejana estrella
que brilla sin vida y muerta.
No me importa ya quien vuele,
ni si vuela y ya no vuelve,
o se funde el fuego en los mares
con los barcos que naveguen.
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