sábado, 29 de septiembre de 2012

NO ERA NUESTRO MOMENTO.



Te conocí cuando creíste morir,

ya hace tiempo,

la línea seguía y seguía,

sin moverse te despedías.




Subías,

y descendiendo de la montaña

caíste aquel día.




Te vi y supe reconocerte

entre todos los caídos de alas rotas.




Necesito de tus abrazos,

como al destino necesité

por mi correcto camino.




Si alguna vez nuestro Dios nos quisiera

y nos pusiera el mismo destino,

no habría más montañas que descendieran

a los vuelos de alas rotas.

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