Patio de la casa de Miguel Hernández - Orihuela (Alicante). Fotografía de Adelaida López Marcos. |
No llevarme más flores
que se ofenden las rojas primaveras,
¡y no quiero que se mueran!,
no quiero que se mueran solas.
No me miréis con tristeza,
ni recordar tan siquiera,
que he sido antes hombre
que un niño poeta.
Escribirme desde el pecho,
desde cualquier parte
hablarme de mi tierra,
la tierra de mi cuerpo amante.
No regalarme derrotas, ¡ni penas!,
ni miréis a mi tumba,
que se estremecen los presentes
y estos huesos de esparto y aceituna.
Para penas, ¡mi cuerpo!,
que pesa menos que mi memoria,
y más que unos ojos
callados en una guerra.
No digo que no me estremezca
hablarle a la madera,
y tallar millones de cartas
dedicadas a mi tierra.
Bueno, supera lo excelente ¡SUPREMO! Además soy hombre de izquierdas, y pensado en aquellos avatares bélicos que sufrió mi padre y ese pobre y malogrado poeta del pueblo, me hace pensar en las grandes perdidas de intelectuales innecesariamente.
ResponderEliminarQuerido anónimo, gracias por el mensaje, siento las desgracias que nos envuelven a todos con tantas tristezas, sobre todo en las perdidas personales de las personas queridas de nuestro camino, siento lo de tu padre enormemente, saludos y abrazos!!!
EliminarPara penas, ¡mi cuerpo!,
ResponderEliminarque pesa menos que mi memoria
y más que unos ojos
callados en una guerra.
Para mi estos versos es la parte más maravillosa del poema. Un abrazo, Adelaida.
Gracias Alfredo por resaltar parte de esta poesía, excelente!!!!!
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