Un
pie en cada mundo,
instantes,
¡segundos!,
bastan
para sentir
...que llegamos tarde.
Se nos parten los frentes
en
medio de las voces
que
cogen de nuestro aliento,
dejando trozos
de cárceles y gargantas
esparcidos
como un manto.
Nos
chirrían hasta los dientes
como
cascabeles de serpientes,
se
nos parte alguna rama sobre nuestro cuello
con
un pie en cada mundo.
Si mi palma y mi dorso
se acercasen con más ímpetu
a las arcillas de la tierra,
dejaría de ser un volcán perdido
o un lunar en medio de ninguna parte.
Entre muchos pulmones cansados,
¡los míos!,
que tienen que sostenerse
emborrachándose,
bebiendo zumo de océano
en grandes sorbos de corrientes bravas
de un inmenso río.
Por momentos, quisiera ser libre,
¡y suelto!,
para disolverme entre los remolinos
que nos bailan con sus tangos
lejos del puerto.
Volaría más alto que las cimas
y me llevaría los alientos de las ramas,
para no terminar
en el cauce de nuestro cuerpo.
Instantes, ¡segundos!,
bastan para sentir
...que llegamos tarde.
Cuando se asome el rocío,
tan visible y sonoro,
lleno de cascabeles,
quiero preguntarme:
¿logramos sobrevivir al naufragio,
o nos encontraron muertos
en medio de alguna parte?
Bello poema con un auténtico requiebro como final.
ResponderEliminarGracias Juan por tu apreciación de mi poema, un gran saludo y disculpas por la tardanza en responder.
Eliminar