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miércoles, 26 de febrero de 2014

¡SIENTE VOLAR!

Nuestras manos
son pequeñas representaciones de la insignificancia,
escuetas y desnudas.
Sinceros náufragos
en las plegarias de la vida.

Mi padre, dice que mi cuerpo es pequeño:
¡ya crecerás hijo!,
me dice cabizbajo
sin el tono del sentido.

Pero soy un inconformista
porque veo grandeza en mis ojos,
humildad en mi cuerpo
con un corazón  palpitante, 
a sobresaltos,
¡que siente volar
 igual de alto que las gaviotas!

Un sentir, tan grande como las nubes
en las que abundan  migas de pan,
como las torrenciales lluvias de nuestros ojos,
acordes con la distancia humeante y confusa
que difumina nuestra casa.

Tras mi espalda:
una madre, unos hermanos,
unas costumbres, un océano,
una vida que no cabe en mi maleta,
¡y deshecha el alma!

Crecen  más hondas las raíces,
¡son inmensas las hiedras!,
capaces de crecer y crecer,
de remover cielo y tierra
hasta que nos tengan.

Volveremos al mundo al que pertenecemos,
nos reencontraremos con nuestra tierra, nuestra casa,
nuestro hogar y el sentido de nuestras vidas.


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