Le digo adiós
a mi propio silencio,
condenada y naufraga
de suburbios intensos.
Si he de herirme,
hasta derretir mis pupilas
deshidratadas,
tendré fe creyendo
en algún quizás nuevo milagro,
pues creo en Dios
y a mí me he deshonrado.
No soy peor por no postrarme
en cualquier templo de tu misa,
devoción te imploro de rodillas,
alivia este ardor que me deshace
hasta derretir mis venas en cenizas.
¡Que me lleves y me destruyas!,
no soy lo que construiste en tu día.
Caminaré descalza y esperanzada
de que limpies mis huellas,
sucia piel que me maldice y me presta
a una figura que no elegí.
Carne libre que se deshace
mientras a ti camina,
despliega tu manto purificando,
a este alma que a ti, te va buscando.
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