Echo de menos
mirarme sin educación sobre los charcos
para ver mi cara despreocupada.
Saltar y tirarme en los montes de amapolas,
o abrir mi ventana
y verlas respirar a todas horas.
Como si quisiera saltar a china u otro lugar
salto sobre los colchones de plumas,
y los muelles contoneándose
para entrar y salir de sus formas aparentes.
¡Aja!,
me acuerdo cuando cogía del cesto de la ropa
las sábanas recién perfumadas
para cubrir de juegos limpios el patio de mi casa,
-que ahora es un dulce recuerdo de aromas-.
Echo de menos
cubrirme de hojas otoñales,
respirar y estar descalza
tocando el agua de las acequias.
¿Y de los barros?,
¡qué decir de los barros!,
que mis pies estaban desnudos,
sin ataduras,
¡y sin zapatos en la vida!
Echo de menos
llegar a la mesa donde comían todos.
Recuerdo oler el pan,
esperar de uniforme los domingos religiosos
y sentir pegar bocaos en la mesa.
Echo de menos
extender la mano y no llegar al plato,
olvidarme de las herramientas rectas y adecuadas
que me alejaron tanto de ser tan pequeña y tan niña
para ser una mujer responsable.
Echo de menos los cantos del agua
y los atardeceres lluviosos.
Las noches las pasaba jugando,
para verme en el firmamento y escuchar
cómo los grillos festejaban su encuentro,
junto a los búhos, noctámbulos despiertos.
Yo jugaba a dar forma al cielo
con las manos llenas de sueños,
y hoy veo lo correcto que es el silencio,
¡y el mundo!,
con los que me faltan en la mesa.
mirarme sin educación sobre los charcos
para ver mi cara despreocupada.
Saltar y tirarme en los montes de amapolas,
o abrir mi ventana
y verlas respirar a todas horas.
Como si quisiera saltar a china u otro lugar
salto sobre los colchones de plumas,
y los muelles contoneándose
para entrar y salir de sus formas aparentes.
¡Aja!,
me acuerdo cuando cogía del cesto de la ropa
las sábanas recién perfumadas
para cubrir de juegos limpios el patio de mi casa,
-que ahora es un dulce recuerdo de aromas-.
Echo de menos
cubrirme de hojas otoñales,
respirar y estar descalza
tocando el agua de las acequias.
¿Y de los barros?,
¡qué decir de los barros!,
que mis pies estaban desnudos,
sin ataduras,
¡y sin zapatos en la vida!
Echo de menos
llegar a la mesa donde comían todos.
Recuerdo oler el pan,
esperar de uniforme los domingos religiosos
y sentir pegar bocaos en la mesa.
Echo de menos
extender la mano y no llegar al plato,
olvidarme de las herramientas rectas y adecuadas
que me alejaron tanto de ser tan pequeña y tan niña
para ser una mujer responsable.
Echo de menos los cantos del agua
y los atardeceres lluviosos.
Las noches las pasaba jugando,
para verme en el firmamento y escuchar
cómo los grillos festejaban su encuentro,
junto a los búhos, noctámbulos despiertos.
Yo jugaba a dar forma al cielo
con las manos llenas de sueños,
y hoy veo lo correcto que es el silencio,
¡y el mundo!,
con los que me faltan en la mesa.
Una mujer responsable… y con magia en sus palabras. "Yo jugaba a dar forma al cielo
ResponderEliminarcon las manos llenas de sueños"… una imagen literaria redonda.
A tus pies ;-)
Gracias!!! un lujo saberte entre mis poemas!!!
Eliminar