Nunca le pondrán velos
a una mujer con lápida en los ojos
y un corazón latente,
martilleada con su nombre de piedra.
Yo soy de allí,
la escucho gritar como una posesa
en la ciudad maldita.
Cada suspiro que le cae
la martillea,
cincelando su calma
como el agua bendita.
¡Aquí!,
cada estatua arrastra su monasterio.
Yo descanso allí,
según antes de Cristo.
Nunca se ha visto a nadie
dispuesto a crujirse
entre largas esperas,
deseando morir
y escapar dos veces.
Mujer maldita de mirada gris,
¡no llores más!
que no pueden escucharte ni verte.
a una mujer con lápida en los ojos
y un corazón latente,
martilleada con su nombre de piedra.
Yo soy de allí,
la escucho gritar como una posesa
en la ciudad maldita.
Cada suspiro que le cae
la martillea,
cincelando su calma
como el agua bendita.
¡Aquí!,
cada estatua arrastra su monasterio.
Yo descanso allí,
según antes de Cristo.
Nunca se ha visto a nadie
dispuesto a crujirse
entre largas esperas,
deseando morir
y escapar dos veces.
Mujer maldita de mirada gris,
¡no llores más!
que no pueden escucharte ni verte.
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