El prólogo de la señora escrito va con sangre,
porque sangra el bendito azufre de los miserables.
Con su puño y letra, ella te describe en suspiros,
que se extienden desde los berridos, hasta tu queja
más punzante. Como buena lezna te somete a sus burlas.
Te vendes barato, lamiendo tarros y suelas de zapatos,
para pasear junto a los demonios ¡que te han comprado!
Hueles mal, eres un barrote oxidado
en el número seis, calle más abajo,
donde la porquería duerme a tu lado.
Se le abren las orejas al roedor
en espera de roer tu hueso,
protegido por una bestia muerta,
que ha ido a parar con tu conciencia
al arroyo tieso, sin protesta.
Con vuestras venas que laten
puedo hacer guisado,
de carne o pescado,
¡lo que se me antoje!
Sois condimento perfecto
y alimento de mis animales.
Carta desde los arroyos rojos
a una tierra noble, ¡madera de torres!
Plastilinas en arcillas blandas
donde laváis vuestros pies de barro,
para caminar agrietados, sin llantos de santo.
Carta desde mi arroyo a vuestras orillas,
que os crucificáis en fila y en los montes
o a los pies de las ciudades
¡bailáis como animales!
Cuando la sangre de vuestros cuellos ruja
y las cárceles se abran por las gargantas,
se abrirán las paredes de vuestras manos
que han distanciado tanto al hombre.
¡Empezarán a temblar las venas
de los pilares del mundo!
porque sangra el bendito azufre de los miserables.
Con su puño y letra, ella te describe en suspiros,
que se extienden desde los berridos, hasta tu queja
más punzante. Como buena lezna te somete a sus burlas.
Te vendes barato, lamiendo tarros y suelas de zapatos,
para pasear junto a los demonios ¡que te han comprado!
Hueles mal, eres un barrote oxidado
en el número seis, calle más abajo,
donde la porquería duerme a tu lado.
Se le abren las orejas al roedor
en espera de roer tu hueso,
protegido por una bestia muerta,
que ha ido a parar con tu conciencia
al arroyo tieso, sin protesta.
Con vuestras venas que laten
puedo hacer guisado,
de carne o pescado,
¡lo que se me antoje!
Sois condimento perfecto
y alimento de mis animales.
Carta desde los arroyos rojos
a una tierra noble, ¡madera de torres!
Plastilinas en arcillas blandas
donde laváis vuestros pies de barro,
para caminar agrietados, sin llantos de santo.
Carta desde mi arroyo a vuestras orillas,
que os crucificáis en fila y en los montes
o a los pies de las ciudades
¡bailáis como animales!
Cuando la sangre de vuestros cuellos ruja
y las cárceles se abran por las gargantas,
se abrirán las paredes de vuestras manos
que han distanciado tanto al hombre.
¡Empezarán a temblar las venas
de los pilares del mundo!
Sobran mis palabras.
ResponderEliminar¡¡¡Bravo!!
Gracias Bardo, buenas noches!!!!
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