Soy lo más abstracto de la vida,
a mis 31 años.
Me voy con el cuello anudando mis ojos,
junto a mi cuerpo,
que lo dejo rugiendo y tirado,
como si no le conociese,
a mis 31 años.
Que no me vean tan indefenso y desnudo,
que yo he sido más que un toro
y más que una plaza,
llena de aplausos y de hambre.
Me acordaré de mi patio,
y de mi higuera,
junto al estiércol que duerme
alimentando a este cuerpo tieso,
que apesta, reventando en poesía la tierra.
¡Yo!, levantaría monumentos a la cebolla
para decirle ¡gracias!
¡Gracias por alimentar a muchos!,
y entre ellos, al llanto de mi hijo
y al llanto de mi boca.
Le responderé a Dios con mis cenizas
y con mi cuerpo enfermo,
para cuando se me lleve la ventisca,
soplarle de frente con mi mala suerte.
Si hay Dios, que aparezca a mi lado,
porque yo, arañaré al destino
para meterme entre los ceniceros humeantes,
como si fuese un árbol negado.
Yo quisiera no aparecer
entre ataúdes nocturnos,
para tapar cornisas sedientas,
a mis 31 años.
Soy lo más abstracto que ha esculpido la noche
contra los relojes torcidos de mi mente,
porque ni Dios se cruzó
con el arrecife de mi vida y de mi muerte.
a mis 31 años.
Me voy con el cuello anudando mis ojos,
junto a mi cuerpo,
que lo dejo rugiendo y tirado,
como si no le conociese,
a mis 31 años.
Que no me vean tan indefenso y desnudo,
que yo he sido más que un toro
y más que una plaza,
llena de aplausos y de hambre.
Me acordaré de mi patio,
y de mi higuera,
junto al estiércol que duerme
alimentando a este cuerpo tieso,
que apesta, reventando en poesía la tierra.
¡Yo!, levantaría monumentos a la cebolla
para decirle ¡gracias!
¡Gracias por alimentar a muchos!,
y entre ellos, al llanto de mi hijo
y al llanto de mi boca.
Le responderé a Dios con mis cenizas
y con mi cuerpo enfermo,
para cuando se me lleve la ventisca,
soplarle de frente con mi mala suerte.
Si hay Dios, que aparezca a mi lado,
porque yo, arañaré al destino
para meterme entre los ceniceros humeantes,
como si fuese un árbol negado.
Yo quisiera no aparecer
entre ataúdes nocturnos,
para tapar cornisas sedientas,
a mis 31 años.
Soy lo más abstracto que ha esculpido la noche
contra los relojes torcidos de mi mente,
porque ni Dios se cruzó
con el arrecife de mi vida y de mi muerte.
Celebro el recuerdo a Machado (mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla), y de pensar que la poesía es doblegar a las palabras
ResponderEliminar¡Salud!