¡Que se eleven y se levanten
las capas
de las herencias de mi Iglesia!
Voy al encuentro de tu madrugada
y te acompañaré con orgullo
en el silencio de las serenatas.
Ahora tú, sientes mis pasos,
yo me ofrezco a ser tu camino,
y a que lloremos bautizando
las almas de los peregrinos.
¡Que se reviente la noche!,
y que se lleve callada
los pasos del amargor
que de tus brazos me soltaban.
Yo soy el credo de la fe,
soy la fuerza y la templanza;
¡que se eleven estas capas
sacudiendo el polvo de años!,
que yo te recibiré sin manchas
y por siempre inmaculada.
Yo he venido aquí este año
al encuentro de tu misa,
a que se eleven nuestros pasos
y a que se abran tus caminos
a las penitencias de las almas
y a las de los peregrinos.
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