¡Cómo escuché cantar
al soneto del cielo,
madre soy gritando a los muertos!
Llorando, apretaba mis manos en tu lecho.
¡Llora la gata negra lamiendo mis dedos!
y se callan los sonetos, por mi soneto del muerto.
Entre mares, una que se ahoga
de tanto llorarte, ¡me ahogo!,
pero no me es posible ahogarme,
me parte el pecho tanto lloro.
Tapan mis barrotes las miradas carcelarias,
¿qué hice yo para vomitar tanta hambre,
tantos llantos que me ahogan por tus cantos pobres?
¡Allí ya quisiera yo quedarme,
más tirada que el estómago de un perro caliente
para desahogarme!
Después de la tierra, un rincón,
para que me apriete tu espuma de nanas
junto a mis colmillos,
aunque ya no valga
nada.
Me gusta como te desahogas amiga Adelaida, no dejes jamas de hacerlo.
ResponderEliminarun beso