Si pudiese elegir, elegiría ser dura,
como las piedras de los caminos.
Hartarme mirando mis cárceles con sus esquinas,
que huelen a paredes de estiércol,
¡estiércol de la raíz!
que se orina encima
huyendo de las guerras.
Tiempos duros,
pero no más duros
que las cabezadas faraónicas caídas,
caídas en arcillas de cuerpos.
Cuerpos y gritos...
¡cárceles de pesada losa y tierra!
¡Cómo miraba yo aquel fusil
compañera de mis llanteras!
¡Cómo apretabas tú el gatillo
contra mis manos!,
a ver si me reventabas las sienes
contra mis impulsos de las yemas.
Me asfixian tus carcajadas
que traían las cuchillas de la risa.
Me partías oliendo el frío de mi tumba,
acostumbrados ya a dormir
junto al suelo de los caídos.
Quien me quiera llorar,
¡que me llore y vuelva a llorar!
¡Allá!, en lo más alto de las nubes,
¡allá!, en lo más alto de los montes,
algún día, seré parte de la tierra,
¡pero más alta que las nubes!
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