Me fundo en el oleaje
del mar muerto,
la calma del deshonor
me vacila,
porque no tengo puerto.
Pienso en mi Dios
al recordarte,
en el infinito de tus ojos.
Miradas de inocencia,
aclamadas por la voz de las ilusiones,
creando la paz se recrean por mis orillas,
que se definen por tus oraciones.
¡Qué se abra la calma,
sumergiéndonos,
a ver si nos encontramos!
Nuevas formas y nuevos tiempos,
aquellos que sin querer se escurren
por los segundos que no duren.
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