tu frente marinera,
te haces visible y velero
ante un mar enmarmolado.
Ruges firme, carabela,
con un fiero taconeo
¡alzas tus velas!,
y nos cantas tangos cubanos,
en tu galera.
Con tu boca adulta,
llamas a Torrevieja,
y te aproximas hacia ella
para besarla en tu baile.
Por el beso de tu habanera
capoteas los remolinos
con tus mejillas galeónicas.
De océano a océano, hasta llegar
al puerto salobreño.
¡Cuánta complicidad hay
entre la tierra de los cristales
y el cielo de las hermosas
gaviotas timbreantes!
¡Cuánta complicidad
hay entre ambos,
para guardar en su cofre
la sal del marinero!
(En cuanto a la tierra
y en cuanto al cielo,
a Torrevieja me refiero
como cofre del marinero.)
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