¡Cómo suenan y rompen
las campanas en mi cabeza!
las campanas en mi cabeza!
Sueltan su costra y se me abren los oídos,
como si me comiesen a latigazos,
¡doy gritos!, y caigo,
¡doy gritos!, y caigo,
¡caigo rompiéndome a trozos como cristales!
Clavo mis rodillas, ¡y rompo el viento!
Me impregno de sangre
hasta los tobillos.
Yo, ¡grito y grito!,
¡cómo un perro maldito!,
¡cómo un cobarde miserable!
¡Maldita sea mi suerte!,
que me gritan hasta los oídos.
Siento no valer más que este suelo.
Superior le siento
al verme arrodillado entre su mugre,
que hasta él, se empeña
en quitarme de en medio.
Ahora sé lo que siente
un condenado a muerte.
un condenado a muerte.
¡Castigo de Dios!,
que aún me rezuma tu voz
y me rompes los oídos
como si fuesen campanas.
como si fuesen campanas.
¡Tiemblo!
¡Rompo!,
¡Caigo!
Grito tu nombre entre la nada,
deshaciéndome,
como los cristales de mi alma.
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